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El grito de los ofendidos

Por Juan José Campos Loredo
“Son unos resentidos, unos perdedores que no saben respetar la voz de las mayorías”, me espetó un embravecido priísta con un no sé si odio o coraje de tal magnitud que me hizo preguntarme, si acaso esa extraña furia sería de tener acaso un acto de cierta conciencia de que intuía que las cosas no habían salido del todo bien (sino, para qué la defensa a ultranza y desaforada) para el candidato priísta, pese a todos los argumentos de los medios “oficiales” por generar la sensación, por vender la sensación a la opinión pública, de que estas elecciones del 1º. De julio de 2012 había sido “limpias y democráticas”.
Y si, resentido me llamaba y de momento lo asimilé. Me dí cuenta de que resentido podría ser un término vago y muy equívoco para englobar mis sentimientos. Más que resentido, me consideraba un ofendido. Un ofendido como miles de mexicanos que vieron irse por la borda la esperanza de que este país tuviera un proceso electoral sin impudicia; me sentí ofendido de que una vez más, no hubieran sido dadas, respetadas las condiciones para que los mexicanos se nos hubiera asignado el punto de madurez para respetar nuestro libre albedrío, nuestra libre determinación de ejercer nuestros derechos de elección sin la interferencia histórica de los medios, o en este caso, la vergonzosa y evidente intervención del aparato priísta, como antaño, en pro de su candidato Enrique Peña Nieto, el probable futuro primer presidente telegénico de este país. Y me di cuenta de que me sentía ofendido de pensar como el émulo de Porfirio Díaz, Carlos Salinas de Gortari se estaría frotando las manos y riéndose a carcajada batiente junto al prosaico de Vicente Fox, al ver que de nueva cuenta, se podían salir con la suya con total impunidad ante un sistema que ya ellos prevén se instaurará en su beneficio ya que seguramente con ello, podrán seguir disfrutando de sus jugosas pensiones que el pueblo mexicano “les ha asignado por su enorme contribución a la fortaleza de esta nación”.
Me sentí ofendido de darme cuenta que mientras miles de jóvenes, hombres, mujeres, niños, adultos mayores; ya profesionistas, obreros, estudiantes, jubilados, amas de casa, salían a las calles para rechazar esta imposición mediática a un presidente electo por la compra y coacción de votos, los medios transmitían con su pompa y grosería acostumbrada, la boda de un comediante que en su ramplonería, ha contribuido a acrecentar la percepción de un país donde a través del mal chiste y la vulgaridad se ha pretendido esconder los procesos históricos que puedan ser de beneficio para las mayoría de este país. Me sentí sumamente ofendido al percibir que la estrategia de los medios y aquellos que se benefician con la llegada de este hombre al poder, son los que le apuestan a que la ciudadanía pierda su grado de participación y se instale en el olvido y la pachorrudez, y que caiga en la desesperanza; a la espera de que otro sexenio mas se vaya y si acaso, recomenzar la lucha, si se antoja, por allá del 2018, ante la apatía de ver ascender a un priismo que nunca se fue.
Ofendido de ver instalado en la soberbia que da el triunfo al primer candidato de telenovela, este hombre de 46 años, oriundo de Atlacomulco, Estado de México, heredero de la tradición política del imperio de los Hank González quienes representaron esa ala dura y enormes corruptelas del poder del priismo más reaccionario del que se haya conocido, y del cual también surgió ese otro “prócer” priista ya mencionado, el hombre con idearios neoliberales, el otrora innombrable, Carlos salinas de Gortari, el padrino político del joven probable presidente.
La ofensa de no ver a un libre pensador llega al poder, en un país cuya laicidad constitucional ha sido ofendida más de una vez, y que ya se dejo ver una probada sobre este asunto en cuestión de parte de este católico conservador, quien como gobernador del Estado de México se presentó en el mismísimo Estado Vaticano, ante Benedicto XVI y presumió su próximo enlace con la bachiller televisiva Angélica Rivera, para la autopromoción necesaria registrada en las revistas de corazón para las cuales fue dirigiendo todas y cada una de sus acciones en pro de alcanzar el poder, en un viaje realizado con recursos públicos. Un Peña Nieto que ofende (pero lamentablemente reitera lo que mucho se ha logrado con una educación televisiva ) el nivel cultural de nuestro país, aquel de “la mala memoria” en lo que a lectura se refiere (o la ignorancia a flor de piel se ha dicho), que gusta del lujo y de la buena vida así como de su debilidad por las mujeres (al estilo Berlussconi, ex primer ministro y magnate de los medios italiano quien tuviera que renunciar a su cargo ante las denuncias de cuasi prostitución con jóvenes presuntamente menores de edad y corrupción al por mayor) y un exacerbado culto por su apariencia personal, es el hombre que según sus impulsores representa al “nuevo PRI” pero que en forma e idearios, se deja ver más de lo mismo para el sexenio que viene.
Es de ofender la aceptación inmediata que tuvo la candidata panista Josefina Vázquez Mota (que algunos disfrazan con llamarla dignidad) a los resultados con apenas el 10% de las casillas computadas. Esta mujer, quien creyera que escudada en la banalidad de que solo por el hecho de ser mujer ameritaba llegar a la presidencia y con un discurso (y un equipo de campaña) que en nada perfilaba un nuevo estado de las cosas; con un PAN que mucho, demasiado ofendió, agredió en esta dilapidación de la alternancia en superficialidades, decisiones abruptas y antidemocráticas los últimos 12 años a nivel federal dejando un país de pobreza, desempleo, criminalidad, brutal desigualdad y una escalada de violencia sin precedentes por el autonombrado presidente del empleo, aquel que se decía, se proclamaba como quien “tenía las manos limpias”. Vaya paradoja al final de su sexenio para un hombre que ya se dice, dejará el país apenas se deshaga de la banda presidencial el 1º. De diciembre.
Ofende que se diga y calumnie a un ciudadano, Andrés Manuel López Obrador, (que como candidato, más allá de verse en un muy rescatable segundo lugar ante esta guerra sucia que generó televisa durante los seis años que impulso a su candidato Peña Nieto), por ser el único de los participantes en esta contienda que intenta recobrar la dignidad de un país que fue engañado una vez más al denunciar lo ya obvio y que solo el TRIFE sabrá si se anima a resolver. Ofende esta maquinaria absoluta del priismo que se reactivó como en sus mejores tiempos: la coacción y compra de votos a través de dinero en efectivo y las ahora famosas tarjetas monex y la más ofensivas, las de las despensas del consorcio de centros comerciales mexicano Soriana, quien se ve envuelto en el escándalo por haberse prestado a este evidente juego sucio a favor de Peña Nieto.
La ofensa que se subsane a través de actos de dignidad cotidiana y pacífica: 1) es un acto dignidad con nuestra historia democrática NO reconocer los resultados de esta manera violentados. 2) Impugnar las elecciones es un acto ciudadano y de compromiso con nuestra historia. 3) Exigir la invalidación de las mismas ante la percepción desarrollada en la sociedad de que estas elecciones no cumplieron a cabalidad con la limpieza y honradez necesaria. 4) Es un acto de dignidad con nuestra historia democrática este movimiento de una gran parte de la ciudadanía de trasladarse a las calles a exigir la depuración de este proceso electoral. 5) Es de dignidad No reconocer a Peña Nieto como presidente emergido de una elección con tufo fraudulento.
Y es ofensivo que las maquinarias priistas y las televisoras y aquellos medios afines al candidato telegénico, se movilicen contra la ciudadanía para exigir que respete “la voluntad ciudadana”, que la “respete el candidato de las izquierdas”, quien firmo el acuerdo a unos días de la elección en donde se comprometió a respetar los resultados; un pacto a la legalidad que de manera puntual, López Obrador, hace ver que no se cumplió de algunas de las partes y que estaba dispuesto a secundar el mismo pero NO a avalar la ilegalidad que imperó en el proceso.
Y en esta postura de dignidad ante la democracia enlodada no solo es la voz de un hombre, es la suma de todos aquellos que creemos que la historia tiene que ser escrita de manera distinta por los ciudadanos mismos. Los medios buscan generar la confusión y una visión negativa sobre las acciones ciudadanas: colocarlas en la discusión nacional e internacional como mexicanos caprichosos e incapaces de asumir la responsabilidad de un resultado “socialmente” aceptado. Y que estas acciones ponen en peligro la vida democrática, sin asumir que son las suyas las que han vuelto a poner en riesgo nuestra historia misma.
Se ha hablado, que ante los vacíos y ambigüedades de la constitución, se podría apelar la legalidad de este proceso electoral e insistir para su anulación. El Tribunal Federal Electoral del IFE tendrá una decisión compleja que tomar ante un sector de la sociedad que se siente engañado, trastocado, ofendido en su libertad de elección. Para muchos ya no se trata de ver por un hombre o por otro, es luchar porque las autoridades de este país sean capaces de generar las condiciones, las reformas, el respeto a la legalidad dignos de una democracia que se sustente en la voluntad del pueblo y no de aquellos que a toda costa buscan llegar pese a la voluntad popular.
Seis meses de lucha o de olvido le esperan a nuestro país. O bien, serán, si Peña Nieto asciende, seis años de lucha; seis años de construcción para un país netamente ciudadano. O seis años donde el olvido, la desesperanza, hagan su labor de la mano de las televisoras y sus instrumentos para seguir cultivando un país a su gusto y conveniencia.
De la lucha continua, dependen estos factores de cambio. Las microacciones emergentes sumadas a acciones de fuerza en entornos de respeto y mediante vías pacíficas ante este acontecer nacional, deberán generar su propia agenda 100% ciudadana y perfilar el país que queremos crear en el sexenio por venir. No serán tiempos de descanso. Serán los tiempos de la suma de voluntades, de resistencias y de no dejarnos caer en el vacio de la memoria. Es por la construcción de nuestro país. Y ahí, el trabajo es mucho, contante, perseverante. A seguir escribiendo acciones.
Y no dejar que la ofensa se siga instalando como el hecho cotidiano del abuso del poder sobre sus gobernados. Porque entre resentidos y ofendidos hay un trecho, a mi parecer, bastante largo.

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