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Gorilismo aldeano

Una sociedad sin prensa es una sociedad sin voz. Desde la perspectiva de la democracia social y humanista, la represión a los medios de información es una acción desesperada que las autoridades adoptan contra los individuos o los grupos de comunicadores que desafían los abusos de poder.
El empleo o la amenaza de coerción aplicada por los gobiernos sobre los periodistas incómodos pretende debilitar el derecho a la información que recibe el pueblo sobre las acciones de gobierno, ya que la prensa actúa de facto como la conciencia reguladora sobre toda actividad de gobierno que tienda a desviar su labor en el ejercicio de la función pública.
Esta medida represiva es por tanto, una amenaza contra la integridad personal y gremial de los medios y por lo mismo es totalmente inaceptable e injustificable.
En ese sentido, la represión periodística es una conducta “desviada” en el orden ideológico, político, social o moral, y se convierte en un concepto muy cercano a la noción de “violencia política”.
En medio del globalismo que permea todas las actividades humanas, es lógico que este fenómeno coercitivo sea copiado por gendarmes trogloditas pueblerinos para intentar acallar las voces de quienes señalan sus desaciertos o sus corruptelas.
Los abusos de poder no desaparecen por el silenciamiento de los periodistas, porque la voz del pueblo cuando se alza es sonora y clara en la condena a la prepotencia y el abuso. Obliga a los tiranos a respetar y garantizar las libertades ciudadanas, a toda costa.
La reciente denuncia pública de las graves amenazas que recibió el Director de este Informativo Regional por parte de quienes se supone, tienen el encargo de brindar seguridad y protección a la población cerritense, prende las luces de alarma popular sobre actos de gobierno que no deben ser tolerados por la Jefa de la Comuna, la Licenciada en Ciencias de la Comunicación Dulce María Montes Zúñiga.
Es obligación legal y moral de la Alcaldesa, ordenar una investigación al respecto para que de ser ciertas las acusaciones contra su colaborador se tomen las medidas de sanción procedentes y de ser falso se aporten pruebas de la inocencia del indiciado.
Formado en las filas de la milicia, es lógico suponer que el sujeto en mención presente un comportamiento represivo.
Claro es que en los cuarteles no los preparan para ser “hermanas de la caridad”, pero en la vida civil deben aceptar que el respeto a las libertades sociales es inalienable y no se sujeta a las veleidades del poder.
Si el funcionario se incomoda porque le señalan sus fallas, deberá primero revisar retrospectivamente sus acciones y en ese acto de contrición enmendar lo malo que haya hecho o dejado de hacer en el ejercicio de su labor, antes de culpar a los medios de su ineficacia e ineficiencia.
Hasta donde se sabe, el jefe policiaco no ha diseñado un solo operativo de seguridad desde que llegó, concretándose a copiar los que dejaron sus antecesores y haciéndolos pasar como propios, en un vil acto de fusilamiento o piratería de ideas.
Ojo: Los policías no son para lavar carros de funcionarios.
Para quedar bien con los jefes, la mejor fórmula es hacer un buen trabajo, no servirles de tapete.

CINCELAZO.- Cuando la voz del periodista se acalla, surge el grito de guerra del pueblo.

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