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La política desacreditada

Del equipo de Redacción, con datos de Francisco V. De la Cruz.- Si la ambición de los políticos se pudiera medir antes de que éstos llegaran al poder, ninguno sería candidato, dado que sus ambiciones sepultarían sus proyectos.
En la actualidad, hablar de política representa sinónimo de corrupción, marrullería, engaño o astucia –entre otros calificativos– pero la culpa es de quienes han ocupado puestos públicos que sólo han servido para su beneficio.
Esto lo hemos podido constatar a medida de que avanza la actual Administración Municipal.
A la fecha pocos resultados se han logrado, pero eso sí, los funcionarios de primer nivel son los mejores pagados en esta marcha de nuestros acontecimientos.
Hoy, sus sueldos han puesto de manifiesto la ambición desesperada de alcanzar el poder.
Ocupar un puesto en la Presidencia Municipal es de vital importancia para algunos.
A través de éste pretenden resolver sus necesidades económicas.
En ningún otro empleo gozarían de los sueldos que se pagan en la Presidencia trabajando como lo hacen, de un modo realmente “vaquetón”.
La política ha perdido su nobleza. Se ha dejado atrás el verdadero espíritu de servicio y sí se practica con mucha codicia, mentira, hipocresía y ambición personal.
Para la mala fortuna de Dulce María Montes y su gente, el partido de donde emana la actual Administración Municipal siempre hablaba de luchar contra la corrupción, y ahora ellos mismos han ignorado esa doctrina, actuando contra la propia ideología del PAN.
Los funcionarios, se asignaron sueldos estratosféricos amparados por la ley sin tomar en cuenta la crisis que enfrenta el ayuntamiento.
Tampoco nadie respeta a las autoridades, lejos de ello con solo toparlos de frente se les expresa repudio y les llueven reclamos al ver que se sirvieron del poder para beneficiar a sus compinches.
Y es que antes, los políticos vivían con modestia al ocupar el cargo. Acababan el trienio con la frente en alto sin haber tenido la necesidad de saquear las arcas públicas de un modo desproporcionado, prueba de ello era su patrimonio.
Ahora, se aprecian egresos de hasta 20 mil pesos tan solo por un viaje de la alcaldesa a la Ciudad de México, esto sin contar que es la segunda figura que logra más de 40 mil pesos al mes como Presidenta de Cerritos.
Está al frente de un municipio donde alguna gente llega a ganar hasta 50 pesos en un día para apenas subsistir y la única fuente de empleo es la instalación de puestos o tiendas de distintos productos frente a sus hogares.
Este grupo de ciudadanos, no puede construir una casa tan vistosa como la que levanta Silvia Rodríguez, ni adquirir coches nuevos como los que heredaron prebendas.
Habrá que analizar el pensamiento de la sociedad. Siempre cree en esos proyectos que al final resultan inalcanzables.
Una vez que se empacharon de falsedades, los ganones son los mismos y el pueblo jamás tiene un arma para reclamar el desabrido discurso.
Las cosas cambian siempre que alcanzan poder.
Antes, pasan horas escuchando a la gente, abrazando niños y ancianos, o solucionando verbalmente todos los problemas.
Ya sentados en la presidencia, ni siquiera conocen a quienes los apoyaron, y estar con niños o viejitos hasta les resulta desagradable.
De la solución a los problemas, parece como si se les hubiera perdido la varita mágica.
Las necesidades de la gente quedan atrás. Primero actúan aumentándose el sueldo, o el único cambio que se nota de inmediato es el de quitar el nombre de “Coordinación” a “Dirección” para favorecer a sus cuates y así éstos logren más dinero.
Debe la política recuperar su esencia y los gobiernos su credibilidad, pero las acciones que rodean al grupo gobernante parecen impedir que este fin se realice.
El ciudadano debe tomar en cuenta que gracias a sus impuestos, los gobernantes logran su salario. Así, éstos tienen que servirles y nunca al revés.
La gente no debe calificarlos como los “mandamás” pues su decisión personal como alcaldes o funcionarios, jamás debe perjudicar a la de un pueblo entero.
Urge que los políticos tengan un cambio moral, un cambio de cultura y mentalidad política para demostrar que se puede alcanzar otra vez el respeto y afecto de los ciudadanos.
Para eso deben abandonar la ambición y dejar atrás esa ignorancia para gobernar que hasta ahora los ha caracterizado.

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