A Don Santos Toscano
Fueron treinta años de larga ausencia
cuando del norte volvió Santos Toscano.
En raudo automóvil llegó hasta su querencia,
¡Había conquistado el sueño americano!
Llegó a la Plaza de Armas y se fue a la esquina
donde una multitud vitoreaba a un diputado.
Con ademán impetuoso también se arremolina,
no encontrando amigos por ningún lado.
El día Domingo se fue a misa temprano,
entre los fieles buscó una cara conocida,
miró, una y otra vez, pero todo fue en vano.
Después de la Eucaristía, investigó en la salida.
Sus parientes también habían emigrado;
sus amigos habían muerto, todo el mundo le decía.
Instintivamente, se acordó de Denver, Colorado…
pues en Cerritos ¡Ya nadie lo conocía!
Lanzó una moneda al aire como buen apostador;
le tocó partir de nuevo… con una pena muy dentro.
Se fue hasta la Rinconada y exclamó en un mirador:
¡Triste suerte del paisano cuando sufre un desencuentro!
Ya en los altos de Villar volvió la vista;
quería, por última vez, mirar su terruño amado;
aceleró su camaro y enfiló hacia la autopista,
sentía un nudo en la garganta… iba muy desconsolado.
Alfredo Sauceda Loredo
Diciembre del 2013.
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